Mario Muñoz partió como buzo hasta que armó un emprendimiento de inspección submarina.
En ese tiempo forjó una relación con el mar que luego desembocaría en el dispositivo que le valió los $5.000.000 de premio y una capacitación por seis meses en la Universidad Católica. Se trata de un robot que pesa 12 kilos y que está equipado con cámaras y sensores de temperatura, niveles de oxígeno, entre otros.
Cuenta con un brazo manipulador que puede tomar muestras del fondo marino y llega a 500 metros de profundidad, donde la presión es 51 veces superior a la que hay en un ambiente normal. Varias son las gracias del minirobot, que actualmente esté en etapa de pruebas, según cuenta su creador.
‘Es muy robusto si se compara con los que se importan, que son muy delicados; todos los repuestos se pueden comprar en Chile, cosa que facilita su reparación; además, llega a 500 metros, algo inalcanzable para otros de su tamaño, que no profundizan más allá de los 100 metros’, agrega. Para contactarse con la superficie tiene un cable de 600 metros que transporta la energía y las señales de comunicación. Arriba se opera con una consola con joystick y una pantalla de 18 pulgadas, algo más grande que la de un notebook.
‘Su tamaño y simpleza de operación hacen fácil desplegarlo en cualquier parte, a diferencia de otros que requieren de un camión grande’, agrega Muñoz. Actualmente, mientras se termina el prototipo, Muñoz trabaja con otro que presta servicio a las salmoneras del sur para ver cómo están las instalaciones; la revisión de cascos de buques, de muelles y otras faenas marinas.
Los conocimientos de la tecnología para desarrollarlo Muñoz los aprendió luego de trabajar por cinco años en una empresa de servicios de robótica. ‘En 2017 renuncié y me lancé con mi emprendimiento, con el cual hemos hecho también otras soluciones, como unos drones equipados para fumigar’, explica Muñoz. Sobre el destino del premio, lo usará para terminar el prototipo (surporfundospa@ gmail.com).