Rescatar maderas nobles para darle una segunda vida en manos de reclusos que aprenden un oficio en la cárcel, elaborando productos a partir de ellas. Esta es la médula de Raíz Nativo, un proyecto que combina reinserción, reciclaje y responsabilidad social empresarial.

El 50 por ciento de los internos vuelve a delinquir una vez en libertad. Esta realidad, constatada en las cifras de Gendarmería, impactó a Cristián Barahona (37), oriundo de San Fernando, ex estudiante de Derecho y creador de Raíz Nativo, un proyecto con el que ingresa a las cárceles para enseñarles a los internos el oficio de artesano con maderas nativas, rescatadas de desarmes de cubas, demoliciones o incluso desde el fondo de los lagos del sur, para luego convertir estas piezas en regalos institucionales. ‘La primera vez que les muestro un pedazo de esta madera les pregunto qué harían con ella, y responden ´quemarlo, porque duraría harto´’, cuenta Cristián. ‘Pero cuando les cuento que es un trozo de árbol nativo centenario, o que fue la viga de una iglesia de 120 años, los sensibilizas, se interesan y echan a volar su imaginación’, agrega.

A él le pasó lo mismo. Hace tres años, un cuñado compró el terreno de la antigua viña San Miguel, en Isla de Maipo, y le pidió ayuda en el desarme de los galpones y de la bodega. Las maderas de las cubas, que durante años guardaron el vino, le llamaron la atención. ‘Siempre me ha gustado y he admirado la madera en desuso. Me conecto con el pasado, con lo que significa, con su nobleza, y cuando encontré esa madera quise darle un nuevo uso’, explica.

Entonces, junto a un maestro elaboró tablas para carne y para aperitivo. Pero a pesar del buen resultado, no se sentía satisfecho solo con hacer eso. ‘Estaba replanteando mi vida, quería emprender en algo que fuera difícil y que tuviera un impacto positivo, así que considerando la nobleza de esta madera como material, desarrollé un proyecto para llevarlo a la cárcel de Rancagua’, recuerda. ‘La idea era generar un círculo virtuoso: que los internos aprendieran a desarrollar un oficio con esta madera que tiene un pedazo de historia y que pudieran recibir un pago justo por ello, pero además, impactar positivamente en el medioambiente, reciclar y reutilizar estas maderas para darle una segunda vida’.

De la idea al impacto real

El proyecto de Cristián fue aceptado hace tres años y desde entonces Raíz Nativo ha capacitado a cerca de cuarenta reclusos. Y no sólo de Rancagua, donde trabajó con 25 internos, sino también con otros 15 de la cárcel de Rengo. ‘Al principio todos participan con un poco de distancia, algunos tienen mucha frustración acumulada, otros están ahí para hacer buena conducta, pero también ocurre que después se dan cuenta que tienen una habilidad y se interesan por desarrollarla’, cuenta. Justamente ese es uno de los objetivos del proyecto: entregar herramientas y una oferta de trabajo concreta a reclusos que salen en libertad.

Uno de ellos fue Jorge: cuando terminó su condena de 10 años, fue el primer capacitador de Raíz Nativo en la cárcel de Rengo y luego hizo una capacitación en grúa horquilla para trabajar en la construcción. ‘Lo más importante es que al tener un acompañamiento y trabajo no reincidió. Y como Jorge también están José e Ismael, que me ayudan con el trabajo en la cárcel de Rengo y con la producción. José vive en San Fernando, trabaja en la construcción y le armamos un taller para que en sus ratos libres ahora en pandemia trabaje algunas piezas de artesanía, mientras que Ismael armó su propio taller de carpintería, y con él también trabajo algunas piezas’, cuenta orgulloso Cristián, que en enero de este año recibió el premio Impulso Chileno, entregado por la Fundación Luksic.

Pero la cadena de impacto de Raíz Nativo no termina ahí. También buscan ser una respuesta sustentable a la responsabilidad social empresarial, por lo que todas las creaciones se ofrecen en un catálogo como regalos institucionales. En este sentido, ya han generado más de 600 piezas, las que han sido adquiridas por compañías como Copec, Wenco, Minuto Verde y Agrosuper. Ya tienen una escala de producción: para 200 unidades se pueden demorar 10 días; para tablas y productos en donde predomina la línea recta es mejor la factura de Rengo, mientras que los pocillos son elaborados en Rancagua.

La llegada de la pandemia al país y las medidas sanitarias impuestas en el marco de la crisis para evitar contagios, sobre todo en las cárceles, obligó a Raíz Nativo a postergar el trabajo que comenzarían a extender a Santa Cruz y Peumo, en donde elaborarían, además, pecheras de cuero. Sin embargo, es un plan que Cristián pretende retomar en cuanto se pueda. ‘La idea es consolidar el trabajo en la sexta región para luego ir a otra y tener una mayor cobertura e impacto, porque en cada cárcel además de la capacitación y el trabajo remunerado, regalamos libros para los internos’, cuenta Cristián, quien lleva un registro fotográfico de todo el proceso de creación de sus productos, que luego comparte con las empresas que le compran.